“La moda no es tan arbitraria ni tan
caprichosa como lo juzgan muchos espíritus frívolos; no: la dictan el instinto
de variación y de novedad; ella es el estado mental y psicológico de una época
y de una nación, reflejado en múltiples manifestaciones de la vida exterior; es
el sujeto objetivado; es un momento de la evolución en una forma sensible.”
Tomás Carrasquilla[1]
Hay una
carrera desmesurada en el ámbito de la cocina que ha convertido la actividad
restaurativa en todo un espectáculo de egos. Muchas personas vienen
vinculándose al tema culinario por figurar y más que aportar, degradan la
construcción que se ha venido haciendo en el país en torno al estudio y
difusión de la cocina tradicional y el tema social, intrínseco, cuando hablamos
de comer.
En los
medios, en las redes sociales y en la publicidad aparece la comida como centro
de interés, de placer, casi se podría pensar en la porno-cocina, puesto que
imágenes, todas poderosas, venden especiales platos que a más de placer,
permiten prestigio. La banalización de la alimentación acarrea problemas que
son visibles en ámbitos variados: la academia, la economía, la identidad, la
soberanía alimentaria, elementos tan importantes al tomar los sistemas
culinarios, son afectados por la moda en que se ha convertido comer.
¿Comer, cuestión
de moda? Debe decirse que ya el manducar y tener la necesidad, casi obligación,
de mostrarle al otro lo que se come, o en el caso de los cocineros lo que se
prepara; es cuestión de moda. Una moda incomoda que deja percibir los vacíos a
que nos obliga el actual sistema, determinante de cultura de masas, que en mi
concepto podría pensarse como anticultura; o un retorno al término civilización
que por tanto tiempo determino las costumbres y dividió la sociedad entre los
que pertenecían y no a los grupos sociales que contaban la historia, es decir a
los grupos dominantes.
Y es que
comer es una de las actividades que discreta e indiscretamente decretan los
niveles sociales y en muchos momentos dan cuenta del entorno al cual se
pertenece. Las imágenes que se publican a diario, proponen un ejemplo a seguir
que desdibuja las dimensiones reales de la comida y encaminan a la sociedad a
un individualismo que se ha venido impostando en todos los actos de la vida,
dado que dicho modo de vivir es más productivo en cuanto a las posibilidades de
consumo que implica. Vivir, mercar, comer en solitario genera mayor número de
consumidores y menor solidaridad.
Costumbres
de importancia que implicaban donarse y compartir con el otro, sacar el tiempito, están entrando en
desuso; las comidas dominicales en familia, cocinar para conquistar, se han
cambiado por ir al centro comercial o alguna feria en la cual el paladar se
adereza con sabores genéricos. Se ha olvidado que el gusto y la sazón
especialmente se constituyen desde los afectos.
Y es allí
donde la moda de la cocina rarifica el contexto real del comer. Las personas
comienzan a creer que la comida de valor es la que se compra, la que se puede
fotografiar, la que seduce por sus colores, tamaño, y la cantidad de personas
que se disponen a comprarla. Entrando así la necesidad de comer en el ámbito comercial,
en un comercio fútil que retira el sentido último que tiene eso de alimentarse.
Es cuestión
de notar que reproducción y alimentación propician la permanencia como especie
e individuos. Gula y lujuria son dos pulsiones, dos necesidades del hombre
llevadas al extremo; en tal sentido hay una presión sin igual desde el comercio
por dominar el mercado que implican los pecados capitales, necesidades
mercantilizadas, de las cuales la sociedad se intentaba proteger y ahora se
convierten en leyes de existencia.
Es en tal
sentido debe darse una vos de alarma, de tener cuidado al tocar el tema de las
cocinas, dado que de él se desprenden las relaciones cotidianas más simples y a
la vez complejas que tenemos como seres humanos, seres vivos. La cohesión
social, la estructura de la misma sociedad tiene su afincamiento en la
alimentación y trastocar los valores de la misma, implica modificar
sustancialmente el modo de vida cotidiano, la cultura y la identidad de las
distintas sociedades.
La comida
como un lujo no es algo así como algo de mostrar y convidar de un modo
desprevenido, porque para lo que unos es moda, para otros son nuevas carencias
que se le crean a su vida llena de insatisfacciones.
Sebastián
Pérez Morales
Filósofo
Universidad
de Antioquia
Investigador
Fórum
Gastronómico de Medellín
[1] Carrasquilla, Tomás. Obras Completas, Homilias N° 1. Editorial Universidad de
Antioquia P. 240. 2008.