lunes, 4 de diciembre de 2017

¿Comer, cuestión de moda?

“La moda no es tan arbitraria ni tan caprichosa como lo juzgan muchos espíritus frívolos; no: la dictan el instinto de variación y de novedad; ella es el estado mental y psicológico de una época y de una nación, reflejado en múltiples manifestaciones de la vida exterior; es el sujeto objetivado; es un momento de la evolución en una forma sensible.”

Tomás Carrasquilla[1]




Hay una carrera desmesurada en el ámbito de la cocina que ha convertido la actividad restaurativa en todo un espectáculo de egos. Muchas personas vienen vinculándose al tema culinario por figurar y más que aportar, degradan la construcción que se ha venido haciendo en el país en torno al estudio y difusión de la cocina tradicional y el tema social, intrínseco, cuando hablamos de comer.

En los medios, en las redes sociales y en la publicidad aparece la comida como centro de interés, de placer, casi se podría pensar en la porno-cocina, puesto que imágenes, todas poderosas, venden especiales platos que a más de placer, permiten prestigio. La banalización de la alimentación acarrea problemas que son visibles en ámbitos variados: la academia, la economía, la identidad, la soberanía alimentaria, elementos tan importantes al tomar los sistemas culinarios, son afectados por la moda en que se ha convertido comer.

¿Comer, cuestión de moda? Debe decirse que ya el manducar y tener la necesidad, casi obligación, de mostrarle al otro lo que se come, o en el caso de los cocineros lo que se prepara; es cuestión de moda. Una moda incomoda que deja percibir los vacíos a que nos obliga el actual sistema, determinante de cultura de masas, que en mi concepto podría pensarse como anticultura; o un retorno al término civilización que por tanto tiempo determino las costumbres y dividió la sociedad entre los que pertenecían y no a los grupos sociales que contaban la historia, es decir a los grupos dominantes. 

Y es que comer es una de las actividades que discreta e indiscretamente decretan los niveles sociales y en muchos momentos dan cuenta del entorno al cual se pertenece. Las imágenes que se publican a diario, proponen un ejemplo a seguir que desdibuja las dimensiones reales de la comida y encaminan a la sociedad a un individualismo que se ha venido impostando en todos los actos de la vida, dado que dicho modo de vivir es más productivo en cuanto a las posibilidades de consumo que implica. Vivir, mercar, comer en solitario genera mayor número de consumidores y menor solidaridad.

Costumbres de importancia que implicaban donarse y compartir con el otro, sacar el tiempito, están entrando en desuso; las comidas dominicales en familia, cocinar para conquistar, se han cambiado por ir al centro comercial o alguna feria en la cual el paladar se adereza con sabores genéricos. Se ha olvidado que el gusto y la sazón especialmente se constituyen desde los afectos.

Y es allí donde la moda de la cocina rarifica el contexto real del comer. Las personas comienzan a creer que la comida de valor es la que se compra, la que se puede fotografiar, la que seduce por sus colores, tamaño, y la cantidad de personas que se disponen a comprarla. Entrando así la necesidad de comer en el ámbito comercial, en un comercio fútil que retira el sentido último que tiene eso de alimentarse.     

Es cuestión de notar que reproducción y alimentación propician la permanencia como especie e individuos. Gula y lujuria son dos pulsiones, dos necesidades del hombre llevadas al extremo; en tal sentido hay una presión sin igual desde el comercio por dominar el mercado que implican los pecados capitales, necesidades mercantilizadas, de las cuales la sociedad se intentaba proteger y ahora se convierten en leyes de existencia.

Es en tal sentido debe darse una vos de alarma, de tener cuidado al tocar el tema de las cocinas, dado que de él se desprenden las relaciones cotidianas más simples y a la vez complejas que tenemos como seres humanos, seres vivos. La cohesión social, la estructura de la misma sociedad tiene su afincamiento en la alimentación y trastocar los valores de la misma, implica modificar sustancialmente el modo de vida cotidiano, la cultura y la identidad de las distintas sociedades.

La comida como un lujo no es algo así como algo de mostrar y convidar de un modo desprevenido, porque para lo que unos es moda, para otros son nuevas carencias que se le crean a su vida llena de insatisfacciones.

Sebastián Pérez Morales
Filósofo
Universidad de Antioquia
Investigador
Fórum Gastronómico de Medellín



[1] Carrasquilla, Tomás. Obras Completas, Homilias N° 1. Editorial Universidad de Antioquia P. 240. 2008.

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