lunes, 21 de julio de 2014

LOS CAMPESINOS SE SACRIFICAN POR NOSOTROS. ¿CUANDO NOS ACORDAMOS DE ELLOS?


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LA GENTE ESTRATO 10
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LA GENTE ESTRATO 10

Por SAMUEL ARANGO M. | Publicado el 21 de julio de 2014
Esta mañana desayuné normalmente. Estaba solo y me hice el café con leche y los huevos, calenté la arepa, le eché mantequilla y quesito, tomé jugo de naranja. Nada anormal. De pronto, en la mesa de mi comedor se sentaron unos personajes que no conocía y que estaban invitados sin yo pensarlo. Se encontraba el pequeño cafetero que sembró variedad Colombia en su parcela, lo cuidó, lo abonó, lo recogió, lo despulpó, lo secó y lo llevó a los silos de la Federación para venderlos. Ahora el pocillo del mejor café del mundo estaba en mi comedor. Se sentó también a mi mesa el avicultor que tiene unas cuantas gallinas, las crió desde que empollaron, las alimentó, las cuidó y recogió los huevos que llegaron a mi mesa luego de venderlos a la gran distribuidora y que me enviaron de la tienda del barrio.

También estaba el lechero que posee unas vacas productoras y que se levanta a la cuatro para ordeñarlas y llevar a la carretera las canecas llenas de leche para que el carro las recoja. Los que las recogieron las transportaron a la empresa productora de derivados y pasteurizadora. De allí llegó una leche sana, un quesito que es el mejor del mundo, una mantequilla con sabor a gloria eterna.

La arepa también la pedí en la tienda y era hecha con maíz traído del campo en donde el campesino que ahora están en mi mesa lo cultiva con cuidado. Le saca tres cosechas al año a la tierrita. Maíz pilado, cocinado, amasado y asado en cayana. Luego vende sus arepas a las tiendas para que lleguen frescas a mi hogar. No faltaba entre los comensales el sembrador de naranjas, sanas, jugosas, dulces. La siembra, las cuida, las recoge y las vende para que me lleguen pronto. Antes hacía el jugo pero ahora lo venden natural y ya hecho.

Mis cinco invitados comieron de todo y cada uno de ellos nos contó su historia. Todos tienen una cosa en común: trabajo duro e incomprendido. Si cada vez que comemos algo pensáramos en la cadena que se inicia en el campo, el trato que le daríamos a la agricultura y a los campesinos sería muy diferente. Hombres buenos por naturaleza, incontaminados de odios y venganzas, esforzados. Pero injustamente tratados por los de la ciudad. Los creemos brutos, ignorantes, de menor clase, estrato cero. Pero si los conociéramos, como lo hice yo esta mañana, nos inclinaríamos ante su importancia y sus valores. Hombres de principios, sencillos y sabios.

En estos días salí a caminar con un amigo por las montañas cafeteras de Amagá. En el camino, sedientos y cansados nos encontramos una humilde vivienda. Una señora entrada en años nos saludó y a ella le pedimos un vaso de agua. Nos ofreció tinto y degustamos el mejor de todos, hecho con aguapanela. Luego nos encimó arepa de chócolo gruesa, jugosa, ¡espectacular… Nos quedamos conversando con ella un buen rato y salimos enriquecidos con sus palabras y ejemplos.

¡Cuando será que miramos al campo con justicia…

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